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Central Eléctrica Flotante
JUAN CARLOS PERAZA CASANUEVA
Nostalgia, ese fue el sentimiento que se adueñó de todos aquellos testigos quienes en la primavera de 1973 observaron como, lentamente, iba abandonando el puerto de Santa Cruz de la canaria isla de Tenerife, la poco airosa figura de la central eléctrica flotante NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ, recubierta por su sempiterna pintura gris, y que había firmado el cielo del muelle con sus negros copetes de humo durante once largos años en que su figura quedó impresa en el recuerdo popular de la sociedad tinerfeña, junto a la vieja “Farola del Mar” que aún alumbra el folklore canario, pese a que “no tiene gas” (como reza la copla)…Se marchaba en silencio el viejo «barco de la luz» cargado de viejas historias. Se marchaba una ensombrecida barcaza que ocultaba bajo el salitre de sus muchos años, un buque de guerra que un día surcó orgulloso las aguas del Atlántico en los peores tiempos que vivió Europa en el siglo XX, durante la infausta II Guerra Mundial, en que cosechó muchos éxitos en combate, en momentos en que Inglaterra se afanaba en solitario para mantener abiertas las líneas de comunicación marítimas en el Atlántico, imprescindibles para su economía y evitar el más que probable cerco de los insaciables submarinos nazis. Los convoyes que viajaban hacia Inglaterra o salían de allí, eran escoltados por unas corbetas pequeñas y de reducido tonelaje, dotadas de un armamento ligero consistente en artillería superficie-aire y cargas de profundidad estándar, que las hacía vulnerables a la feroz crueldad de los U-boot del Fürher. Pero aún así, eran la única protección de los convoyes, pues la flota de destructores había sufrido numerosas pérdidas en combate. El poco peso de las corbetas las hacía inadecuadas para la navegación oceánica en el Atlántico, donde las tormentas y las marejadas intensas y frecuentes hacia latitudes altas ponían en serios aprietos sus condiciones de operatividad. Por otro lado, su escasa autonomía hacía necesario la presencia de buques de suministro de combustible en medio de los convoyes, lo que ralentizaba el trayecto y propiciaba el escenario perfecto para la actuación de las flotillas de submarinos nazis: las «manadas de lobos» del Almirante Doenitz. Ante este oscuro horizonte, la Royal Navy se vio en la obligación de emprender con apremio el diseño y construcción de unidades apropiadas para estas misiones. De acuerdo con el Almirantazgo británico, la poderosísima ingeniería naval estadounidense puesta al servicio de la guerra, comenzó a trabajar con celeridad en el denominado «Programa de Emergencia Naval» creado por el Gobierno Federal. Se estudiaron minuciosamente todos los detalles tácticos y operativos de las distintas clases británicas (Flower, Loach, Castle y River), así como sus defectos, tomándose los mejores aspectos de cada una de ellas para concentrarlos en una nueva construcción. Nació así el «destructor de escolta» denominado DE, del que se construyeron nada menos que 565 unidades entre 1941 y 1945, conseguidas gracias a que el ensamblaje de estas unidades se hizo al mismo tiempo en quince astilleros −de los que son más destacables los de Bothelm, Filadelfia, Norfolk, y los arsenales de Charlestown, y los menores de Bay City, Defoe, Brown y Tampa Shipbuilding−, donde se montaban y soldaban las piezas que, ya prefabricadas, iban llegando incesantemente desde innumerables puntos de los Estados Unidos, lo que demostraba a las claras la enorme capacidad de empuje de la industria naval norteamericana. Nació así la denominada «fragata antisubmarina» genérica de 1.400 tn. de registro (2.100 tn. a plena carga), 93,26 m. de eslora por 11,22 m. de manga, y capaz de desarrollar hasta los 24 nudos de velocidad gracias a una planta motriz diesel-turbo-eléctrica configurada por dos calderas Foster-Wheler de impecable construcción que entregaban 12.000 HP de fuerza a sus dos hélices. Fue dotada, además, con armamento defensivo y ofensivo apropiado, tanto en superficie como bajo el mar (tres piezas de artillería de 76 mm. montadas al tresbolillo (1) situadas a popa tras la alta chimenea, dos piezas de 40 mm. y diez de 20 mm., ocho varaderos y morteros lanzacargas en la cubierta de popa, además de erizos, más apropiado para la defensa de los convoyes atlánticos; también se les dotó de equipos de pantalla de sonar visual-acústico, denominado «asdic». Pero a lo largo de la construcción de las 565 unidades producidas, hubo algunas variaciones que definieron cinco clases distintas: EVARTS (de 1.150 tn., con motores diesel para alcanzar una velocidad de 20 nudos), BUCKLEY (de 1.400 tn., turbinas, 24 nudos), BOSTWICK (de 1.240 tn., motores diesel, 25 nudos), RUDEROW (1.450 tn., turbinas, 24 nudos) y J.E. BUTLER (de 1.300 tn., turbinas, 24 nudos). Los DE carecían de castillo lo que acentuaba sus estilizadas líneas y su arrufo (2) era muy pronunciado en la proa. Exhibían un aguzado tajamar especialmente planeado para cortar las olas atlánticas y evitar, por lo tanto, remontarlas, ganando así velocidad, estabilidad y algo muy importante, capacidad de maniobra. Sobre el puente enarbolaba un único palo que acogía el radar y la cruceta para las banderas de señales. Sólo tenía una alta chimenea instalada en la superestructura del puente, con una ligera inclinación hacia la popa, que en los propulsados por turbinas tenía más altura y mayor inclinación. Por otro lado, su capacidad de almacenamiento le permitía embarcar hasta trescientas toneladas de combustible, alcanzando así una autonomía para cinco mil millas a una velocidad media de 15 nudos, confiriéndole una gran ventaja en el combate. Cuarenta y seis DE del tipo BUCKLEY recién construidos fueron transferidos a la Royal Navy, a la que se incorporaron tras ser dados de alta como fragatas de la clase CAPTAIN. Uno de ellos será el protagonista de nuestra historia: Con diseño y características técnicas proyectados por la Gibbs & Company, el USS OSWALD DE-71 fue montado en astilleros de Massachussets y botado el 30 de junio de 1943. Recién concluida su construcción y llevada a cabo su verificación, se le entregó a la Royal Navy donde fue rebautizado con el nombre de HMS AFFLECK asignándosele el numeral K-462 y siendo incorporado al “First Escorts Group” junto a sus gemelos HMS GORE, HMS GOULD y HMS GARLIES. Al poco tiempo, en mayo de 1944, el AFFLECK fue designado buque insignia de su grupo, al mando del capitán de corbeta G. Gwinner. Comenzó así a escribir su propia historia. Desde el mismo momento de su bautizo de fuego, la tenacidad en combate del AFFLECK y de su tripulación durante la contienda, le harían merecedor de tener su reseña en la Historia Naval de la II Guerra Mundial: su fiereza y fortuna en los encuentros con los submarinos (las “manadas de lobos”) del Almirante Doenitz (1891-1980) dejaron clara muestra de ello. Las rápidas navegaciones en zig-zag en los flancos de los convoyes que le fueron asignados al AFFLECK no se condicionaron al mal o buen tiempo, siempre alerta su dotación y a punto para entrar en combate incluso en medio de los peores temporales en los que, pese a embarcar ingentes cantidades de agua a medida que arreciaban, no se minoraba su régimen de vigilancia ni se alteraba su rumbo. No debemos perder de vista que se trataba literalmente de la lucha por la supervivencia, en medio de un Atlántico sembrado de muerte.
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